¿Cuando se me voló la
vida?
Extraño esos momentos conmigo.
Las burbujitas tibias en el mate dulce.
El silencio del agua acariciando la yerba.
Mis manos inquietas, mi mirada crepitante buscando que hacer.
Horas y horas, sentada frente a la pantalla escribiendo,
sueños, historias, catarsis,
sin más luz que la de la luna.
Horas y horas leyendo literatura, volando por mundos
que me resultaban tan reales como este.
Extraño esas tardes de pintura hasta la madrugada,
telas, oleos, colores, el Alma salpicada!
Extraño ese sagrado tiempo sin relojes, sin apuros,
sin exigencias más que mis propias ganas.
Extraño el "Arte de no hacer nada", como él
dice,
meditar, respirar y ser parte de los grandes satsangs
¡Que épocas maravillosas! Vivia al ras del suelo.
Extraño tocar mi guitarra y que ella me toque,
tan profundo el Alma como solía hacerlo.
Eramos un buen dúo Tani y yo, lo disfrutaba.
Siempre hice de todo, experimente, cree, probé.
Me anime a cuanta
propuesta se me cruzaba.
Siempre tuve claro que amaba, que me apasionaba
que me movilizaba y sobre todo, que no.
¿Después?
Después arrazo la vida, el titulo sin enmarcar, la maternidad
precoz,
la adultez, las responsabilidades, el matrimonio, la convivencia, ser
ama de casa
hasta amar la casa, y el ser, bueno...hace lo que puede.
Todos mis espacios, se fueron perdiendo, poco a poco,
hasta extinguirse por completo.
Ni terapia, ni pintura, no queda nada.
Uno de mis únicos momentos conmigo misma, sucede en la ducha.
Hoy extraño esa que fui, es como si me extrañase a mi misma.
Extraño mis tiempos, mis hábitos, mis pequeños placeres,
mis propios ritmos, mis elecciones, mis espacios.
Me da mucha nostalgia recordarlos como se recuerda lo perdido.
Es como si de repente ya nada me perteneciera
¿Es que alguna vez algo es “nuestro” o es realmente “propio”?
Y a dos días de cumplir los 30 años me pregunto
¿Donde quedo yo en medio de todo eso? ¿Donde estoy? ¿Quien soy?
Los 30 me han traído la incertidumbre cara a cara, el caos en formas
desconocidas,
desafíos que parecen eternos y elecciones dificilisimas.
De repente sé que no se nada, me rio de la propia ignorancia,
me veo más humilde, más humana.
Oigo desde el patio una dulce voz que me aclama “mamá,
mamá” y corre a tirarme del pantalón,
y me define por completo de una forma mágica y
definitiva, que todavía me emociona.
Cada noche se abre la puerta de este hogar y llega él que al compás
de sus pasos lentos
preguntando “Hola amor ¿Como andas?” mi amor
él, su amor yo.
En mis trabajos soy “la seño Nadia”, así me apodan los niños.
Podría jugar a que ser mamá me enseña a amar.
O que enseñar a amar es parte de mi rol profesional, por no decir de
mi “esencia” personal
y que amar a mi mamá me enseño mucho, tambien.
Como sea, me zambullo en mis 30 con una inocencia que jamas hubiera
apostado que sobreviviría a tanto.
Llego a los 30 con abundancia e intensidad, esos dones que me han
acompañado toda la vida.
Mis desbordes característicos, más equilibrados, menos polares,
pero míos.
Una locura más ¿adaptada? un salvajismo más ¿civilizado?
Oh la edad, el paso del tiempo, los roles, las
responsabilidades, las prioridades.
Todo comienza lentamente a funcionar de otra forma.
Pero solo es una mascara! Intento que los personajes no
se coman a la persona, que el ser sea el verdadero protagonista de
esta magnifica obra de teatro que llamamos vida. Esa es mi lucha,
rescatarme a mi misma, mantener mi eje, actuar con claridad.
Un delicado doble filo, un posible equilibrio en medio del caos.
Bienvengo a mis 30 años,
admiro quien soy.
Brindo por mi.
Me celebro.
Me sorprende mi voluntad, mi fortaleza, mi poder de resiliencia.
Crezco y aprendo día a día, sin dejar de caminar.
Me escoltan ángeles preciosos de grandes sonrisas, rulos y amor.
Más los alados del otro plano.
Confió y acepto.
Entrego lo que no puedo entender, solucionar o responder.
Fluyo.
Me enraizó hacia el centro de la tierra desde mi útero.
Soy mamifera, loba, hembra, madre soy.
Crezco hasta el cielo, abro mi corazón sin limites.
Nado en el mar más profundo, sin miedo.
Sonrío.
Vuelo.
Soy.
N.P.S