Sigilosa y sin prisa, se acerco al encuentro…y entonces comenzó la batalla por la supervivencia. De repente estallo la paz, yo casi no respiraba atenta a cada uno de sus movimientos. Ella intentaba con toda su astucia encerrarlo, encadenarlo, asfixiarlo.
Él no se entregaba, la resistencia fue agonizante, combatió hasta el último instante antes del fin. Una mano, una pierna, un ala, otra mano, se acercaban y se distanciaban en una frenética melodía tan sensual como agresiva. Ella lo enfrentaba arrogante y nimia, él intentaba despegarse pero solo lograba enmarañarse más en las redes de aquella dama.
Y entonces, sucedió.
Ella comenzó a enroscarlo, haciéndolo girar sobre su propio eje con una velocidad aterradora. Lo envolvía con pasión y astucia, mientras él ya con las últimas fuerzas intentaba, estérilmente, defenderse. En pocos segundos dejo de existir.
Y entonces ella freno la marcha y lo contemplo. El banquete estaba listo, fresco y jugoso para esta navidad. Y así quedo entonces, con el corazón roto de amor, encapsulado bajo el poder de una mujer de ocho patas.
Aunque la triplicaba en tamaño, la estrategia fue impecable. No se puede negar.
No había escapatoria, pero él igual, lo intento.
Y eso fue lo más importante y sorprendente, la voluntad del instinto.
Deberíamos haberlo ayudado – Acoto él acongojado.
Es la ley de la selva, que sobreviva el más apto – Respondimos nosotras.
N.P.S
24/12/09
1 comentario:
muy bueno!
me gusto nena.... siempre gana la voluntad del instinto.... y cuan cierto el final!
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