21 de septiembre de 2009

Mate de letras


Esta noche me niego a dormir. Me desvela una calida sensación de conciencia. Amo la soledad luminosa de estos momentos. Me acompaña un tibio mate y las dulces palmeritas que mi abuela me obsequio esta tarde.
Hay mucho silencio, de ese silencio que da paz. Solo escucho roncar a mi perro y la noche parece muda. Tengo tanto que decir y sin embargo, no escribo.
Nunca fui buena para sinterizar. Y cuando digo nunca, lo digo desde la escuela a esta parte. Pasando por parciales, cartas, mails, dedicatorias. Nunca. Me excedo, no puedo condensar las ideas, no puedo limitarme. He ahí el nudo de la última sesión psicoanalitica: los límites. Otra cosa que nunca tuve, ni tendré a lo mejor. Bordes, más que limites. Soy desbordada. Apasionada. Entusiasta al extremo. Bach me daría Vervain y tendría toda la razón.
Uno es como es, con todo lo que eso implica. Podes hacer terapia, podes meditar, podes tomar flores y mil cuestiones, podes intentar cambiar una y mil veces pero después queda uno. Nuestra esencia, lo que somos, lo que traemos, el mensaje que portamos, el Plan divino, los genes, el ambiente, la época, la cultura, la sociedad...
Uno.
Y ahí es donde uno se para frente a un espejo y se ve. Uno consigo mismo. Ser uno consigo mismo. Y otra vez termino siendo autoreferencial o existencialista. No puedo salir de esos parámetros, de ese cuadrado. Y no me gustan los ángulos, prefiero los círculos. Lo que no tiene fin, lo que es perfecto, lo que es cíclico. Pero también, el circulo representa el encierro, el volver a repetir, la compulsión, los patrones que una y otra vez padecemos o somos. Las dos caras de las cosas, los polos, los opuestos. Esta cosa intrínseca y humana, de volver a caer casi gravitatoriamente. Y creo que acabo de crear una palabra. La creación.
La vida.
Y la muerte del otro lado, siempre presente, nos acecha luminosa. Volver a casa. Retornar. El viaje menos esperado por nuestro cuerpo, tal vez más esperado por nuestra Alma. Pensar sin involucrar la mente racional y concreta. La maldita mente inferior.
Pensar.
En que me gustan las botas de lluvia y nunca tuve unas. Pensar en que cuando llueve me encanta ver hombres que caminan con paraguas. Pensar que el silencio es cómplice de lo que defendemos con palabras. Pensar que cebarme un mate un domingo a la noche es feliz y no es depresivo, y me cebo. Pensar porque mi camisón tiene letras rosas y celestes que son A-B y Y, ninguna más, y no entender el porque. También corazón y círculos. Y además celeste y rosa, varón y mujer, bien podría ser. No es verde, o azul, o violeta. Es celeste y rosa.
Paranoicamente, podría pensar que se trata de un mensaje sutilmente subliminal.
Lo ciclico, el corazón. A y B, lo obvio y la Y que separa. A y B, bien podrían haber puesto una O. A o B. Pero eligieron la Y. Mi camisón es una prenda quántica, holistica, que abre las posibilidades. Que no se limita, que abarca el todo ¡Después de todo es mi camisón!
Bien. Hasta cuando quiero ser concreta y superficial, termino siendo en parte profunda y casi ridícula.
Reflexión, es ridicula, s.
O no. Nunca se sabe. Y tampoco se sabe que fue de nunca.
Podría terminar de mil maneras, o no terminar. Porque esta noche me niego a dormir.
Y así, una vez más, todo vuelve a empezar.
Empezar.

N.P.S
21/09/09



Foto de mi camisón (Si, era verdad)