Cuando atravesamos crisis profundas y oscuras o situaciones
muy dolorosas, hablo de esas que se acomodan en los rincones del alma y se
cuelan por todos los lugares posibles, se impregnan como brea y parece que no
esta dispuestas a marcharse, siempre hay otro involucrado al cual culpar,
responsabilizar o ante el cual declarar la batalla. Y si no hay un ser carne y
hueso, entonces la culpa ¡la tiene Dios! Todas las sensaciones negativas, como
el rencor, la ira, la bronca, la indignación, la impotencia y hasta el odio no
son más que la angustia y el dolor pero en una etapa previa a los mismos, en
otra parte del proceso. Reconocer las emociones, no es tan fácil como parece,
la mente es muy picara, hay que estar atentos…
En los procesos de sanación profunda, de esos que nos llevan
largos años o vidas, fui tomando conciencia cada vez con mayor claridad de que
la batalla es SIEMPRE interior, siempre. A veces uno tarda más en darse cuenta
o en poner la atención hacia adentro, y en general eso pasa cuando hay un
momento bisagra en la situación. Hacerse cargo e implicarse en cada sensación que
pensamos que el otro nos detona, nos puede cambiar la forma de ver la vida y de
atravesar estos procesos tan difíciles como inevitables. Quizá sean menos
dolorosos, o mejor dicho vamos a sufrir menos y vamos a ganar mucho más si
elegimos cambiar el foco y el eje.
Mucho se ha dicho y escrito y a todos nos gustan las frases
lindas y sabias, pero cuando ponemos cuerpo y alma y realmente comenzamos a
reconocer en nuestras vidas que uno puede “controlar” o más bien, hacer consciente
que el otro es solo un espejo y que es uno quien tiene que perdonar, aceptar,
soltar, sanar y hacerse responsable de esa parte afectada para poder ser más transparente,
más sano, más consciente, para poder elevarnos y ser más evolucionados como
seres humanos, la cosa cambia. Porque estoy convencida que estamos acá para
eso; para AMAR y amar incondicionalmente, que también suena a frase de
señalador, y es un trabajo arduo el que hay que hacer para poder lograrlo o al
menos sentirlo, alguna vez en la vida. En ese punto, los hijos son los mejores
Maestros, el amor incondicional brota como un manantial infinito con nuestras crías,
es casi innato, divino. Pero que complejo es amar al mundo, amar al
desconocido, amar al que nos lastimo tan profundo…sin embargo, TODOS somos
Maestros y cada vínculo que formamos, fugaz o eterno, nos viene a enseñar algo.
Perder esa posibilidad de crecimiento interior, por la ceguera del corazón, es
realmente un inmenso abandono a uno mismo y a la oportunidad de poder ser más
luminosos y consientes.
Decía, la batalla es siempre interna, con nuestros
fantasmas, nuestras sombras, con nuestra historia, con nuestras palabras y
desde nuestra óptica personal, claro. Hace muy poco, gracias a una situación límite
y delicada, comprendí esto de que “el
otro juzga u opina a partir de su propia óptica-cristal-experiencia” antes creí
comprenderlo pero ahora de verdad me di cuenta a que se refería eso. Y que
cierto es y cuanto alivio siente uno al comprenderlo porque entonces esa crítica
descalificativa, o esa falta de empatía y comprensión que a veces tanto nos
duele (más a las mujeres) no es más que algo del otro, una falta, una sombra,
algo que esa persona no logra aun ver o sanar en sí misma y solo proyecta o
señala afuera, porque desde su experiencia interior no puede hacer otra cosa
¡No puede! No lo vivio, o no sabe como ponerse en tus zapatos, opina desde su
propia experiencia personal. Lo mismo cuando sucede al revés o cuando es uno el
que aún no vivió determinada situación. No se trata solo de ignorancia,
frialdad, maldad o como queramos llamarlo, simplemente no lo sabe porque no
esta dentro suyo ¿Cómo puede saberlo? Es por eso que mientras más experiencias variadas
una persona haya vivido y atravesado, más empática se vuelve, más receptiva,
más sensible, es más rica en vivencias…no sé que palabra usar para explicar lo
que siento o lo que pude ir deshilachando en la práctica de vivir, de poder ir
descubriendo quienes somos los seres humanos y de que formas funcionamos.
Me apasiona la mente humana, me produce un magnetismo y una
curiosidad fanática, soy psicóloga, escritora, artesana ¡lo que sea! porque
necesito desglosar y entender, hasta donde puedo y más allá también, esa sed de
conocimiento es el motor de la búsqueda, siempre. Y si algo aprendí es que los
libros tarde o temprano deben cerrarse, para abrir el de adentro que es un
tesoro único en cada uno. Ahí esta todo, no hay otro lugar donde buscar.
Y abrir esa puerta con tantos candados y hacernos cargo y no barrer más bajo la
alfombra, deshacer el ego, romper las barreras y liberarnos desde adentro hacia
fuera, es tan difícil como maravilloso. Librar esa batalla es para valientes,
tirar la culpa siempre afuera es triste, es cobarde. Parece que los héroes
victoriosos eran los que derrotaban a un otro o a “el malo” pero yo creo que los verdaderos héroes, esos que merecen
aplausos de pie, son los que se animan a abrir el corazón y dejarlo latiendo ahí,
a la intemperie, en medio de tantas bestias, son los que eligen hacerse cargo
de su propia vida y sus propios fantasmas, para dejarlos ir, para transformar
toda esa energía, para liberar el peso de una vida y una historia que ya nos
peso bastante, para poder volver a nacer y ser mejores seres humanos, ser más
divinos y sutiles, ser más nobles y dignos, esos son los verdaderos héroes, los
que se enfrentan a sí mismos. Los que abren las jaulas, los que miran de
frente, los que saben lo que es la oscuridad más infinita y a ciegas igual,
tuvieron la fuerza de seguir buscando sin perder la fé, los que han elegido
empezar a mirar para adentro, a despertar. La batalla más difícil es
enfrentarse a uno mismo, requiere de un valor muy grande.
Esos son héroes.
No hay nadie halla afuera, solo tu sombra esperándote.
N.P.S
18-08-2013