28 de octubre de 2011

YA

Querápidosucedetodo ¿Porquétanrápido?- me pregunte hoy sin respirar.

Que rápido se pierden los valores, que rápido se puebla el silencio, que rápido se termina lo que era eterno, que rápido sucede la gestación de un ser humano integro en el vientre materno.

Que rápido te sopapea la vida sin dejarte respirar y que rápido se vuelve a confiar.

Que rápido crecimos, que rápido nos hacemos padres, que rápido nos adaptamos (o sobreadaptamos) a las circunstancias inevitables.

Que rápido se puede herir a alguien para toda la vida, que rápido se corrompe el hombre, que rápido gira el reloj cuando nos detenemos a observar las estaciones, el sol, la luna y esos ciclos interminables que son lentos y sabios, pero ocurren galopando y sin preguntar.

Que rápido llego esa fecha deseada, que rápido paso el año ¡Otra vez estamos pisando navidad! Y vuelta a empezar.

Que rápido se esfumaron las vacaciones, que rápido gira el mundo, que rápido que pensamos y danzamos en la coreografía sin fin de nuestra inquieta mente.

Que rápido paso la noche, que rápido voló el pichón, la oruga se hizo mariposa, el cielo se nublo, el arcoiris brillo. Que rápido tomaste distancia, que rápido pudiste olvidar, que rápido vendiste tu Alma, que pena ver el almanaque volar.

Que rápido pasa la vida y también la muerte.

Los amigos, las décadas, los hijos que aún vendrán.

Que rápido se transfigura el mundo y vuelve a empezar.

Que rápido teje el destino y transmuta el final.

Aun nosotros que sabemos que el tiempo es ilusorio y no existe, que el Universo es mental y todoeso del cambio de eje, la nueva era, las dimensiones y trillones de teorías más.

Uff…aire.

Igual quisiera gritar:

¡Que rápido pasa todo en este vertiginoso vaivén del azar!

N.P.S

28/10/11



17 de octubre de 2011

N+O

Cuantos problemas, angustias y estrés nos ahorraríamos solo si pudiéramos poner en práctica más seguida la emisión de una simple palabra de dos letras: NO.

Ese “no” que implica algo tan profundo y fundamental en el ser humano, la libertad.

Cuando somos pequeños aprendemos a decir “no” para ejercer nuestra propia voluntad, complejizandose cada vez más con el correr de los años. Las elecciones más primitivas, así como las más esenciales a veces, se basan también en este vocablo. Y sin embargo a muchos nos cuesta tanto simplemente emitir el “no” ante un pedido ajeno, omitimos más seguido de que lo accionamos. Todos conocemos el poder de las palabras, y el “no” tiene un poder muy especial, demarca un limite, un punto de estancamiento, es como un portazo en algunas circunstancias, un candado invisible. Tiene una energía muy particular, dependiendo del tipo de “no” claro esta, pero yo me refiero a ese “no” que no llegamos a decir y pensamos, pero no logra salir por la boca queda solo a nivel mental.

Muchas veces nos cuesta poner ese límite por sumisión, cuando estamos ante una “figura de poder” ya sea desde el plano simbólico o “real”, otras veces es por vergüenza o por sentir que quedaría mal pero en mi caso la mayoría de las veces es simplemente por pensar demás en el otro. Y esa es la palabra clave que denota un punto de inflexión “demás” porque pensar en el otro siempre me parece noble y humano, pero pensar demás implica esa especie de rendimiento a la que muchos nos auto sometemos por diferentes causas.

¿Por qué permitimos a los otros pasar ese limite? ¿Por qué no podemos enfrentar una situación imponiendo nuestra propia voluntad? ¿Por qué obligarse a hacer algo que uno realmente no desea ya sea por presión social, vergüenza o respeto? ¿Por qué cuesta tanto el “no” a tiempo?

Es complejo de explicar, al menos en lo que a mi respecta, ese punto débil que es una mezcla de compasión y bondad ya un poco ridícula que siento muchas veces cuando no puedo largarlo. Y si estoy hablando del famoso “buenudo” ese papel que tantos hemos protagonizado por no saber responder “no” sin sentir culpa ni pena tras un pensamiento del estilo “bueno, esta bien, por esta vez” o “bueno pobre, le hago el favor”. Considero que cuando un caso lo amerite, cuando es justo y corresponde el “no” no implica una energía negativa, oscura o cerrada como una reja, sino todo lo contrario: libera y expande. Cargar con un peso que no nos corresponde, o sentirnos obligados a decir siempre que si, tampoco es lo más sano. Saber decir que “no” en el momento indicado, y no dejarse pasar por encima, muchas veces podría ayudarnos a andar por la vida más livianos, menos estresados o angustiados por situaciones a las que nos sometemos simplemente por no poder pronunciar tan simple palabra.

Cuando pensemos NO, digamos NO.

N.P.S

17/10/11