18 de agosto de 2013

La batalla es siempre interna


Cuando atravesamos crisis profundas y oscuras o situaciones muy dolorosas, hablo de esas que se acomodan en los rincones del alma y se cuelan por todos los lugares posibles, se impregnan como brea y parece que no esta dispuestas a marcharse, siempre hay otro involucrado al cual culpar, responsabilizar o ante el cual declarar la batalla. Y si no hay un ser carne y hueso, entonces la culpa ¡la tiene Dios! Todas las sensaciones negativas, como el rencor, la ira, la bronca, la indignación, la impotencia y hasta el odio no son más que la angustia y el dolor pero en una etapa previa a los mismos, en otra parte del proceso. Reconocer las emociones, no es tan fácil como parece, la mente es muy picara, hay que estar atentos…
En los procesos de sanación profunda, de esos que nos llevan largos años o vidas, fui tomando conciencia cada vez con mayor claridad de que la batalla es SIEMPRE interior, siempre. A veces uno tarda más en darse cuenta o en poner la atención hacia adentro, y en general eso pasa cuando hay un momento bisagra en la situación. Hacerse cargo e implicarse en cada sensación que pensamos que el otro nos detona, nos puede cambiar la forma de ver la vida y de atravesar estos procesos tan difíciles como inevitables. Quizá sean menos dolorosos, o mejor dicho vamos a sufrir menos y vamos a ganar mucho más si elegimos cambiar el foco y el eje.
Mucho se ha dicho y escrito y a todos nos gustan las frases lindas y sabias, pero cuando ponemos cuerpo y alma y realmente comenzamos a reconocer en nuestras vidas que uno puede “controlar” o más bien, hacer consciente que el otro es solo un espejo y que es uno quien tiene que perdonar, aceptar, soltar, sanar y hacerse responsable de esa parte afectada para poder ser más transparente, más sano, más consciente, para poder elevarnos y ser más evolucionados como seres humanos, la cosa cambia. Porque estoy convencida que estamos acá para eso; para AMAR y amar incondicionalmente, que también suena a frase de señalador, y es un trabajo arduo el que hay que hacer para poder lograrlo o al menos sentirlo, alguna vez en la vida. En ese punto, los hijos son los mejores Maestros, el amor incondicional brota como un manantial infinito con nuestras crías, es casi innato, divino. Pero que complejo es amar al mundo, amar al desconocido, amar al que nos lastimo tan profundo…sin embargo, TODOS somos Maestros y cada vínculo que formamos, fugaz o eterno, nos viene a enseñar algo. Perder esa posibilidad de crecimiento interior, por la ceguera del corazón, es realmente un inmenso abandono a uno mismo y a la oportunidad de poder ser más luminosos y consientes.
Decía, la batalla es siempre interna, con nuestros fantasmas, nuestras sombras, con nuestra historia, con nuestras palabras y desde nuestra óptica personal, claro. Hace muy poco, gracias a una situación límite y delicada, comprendí esto de que “el otro juzga u opina a partir de su propia óptica-cristal-experiencia” antes creí comprenderlo pero ahora de verdad me di cuenta a que se refería eso. Y que cierto es y cuanto alivio siente uno al comprenderlo porque entonces esa crítica descalificativa, o esa falta de empatía y comprensión que a veces tanto nos duele (más a las mujeres) no es más que algo del otro, una falta, una sombra, algo que esa persona no logra aun ver o sanar en sí misma y solo proyecta o señala afuera, porque desde su experiencia interior no puede hacer otra cosa ¡No puede! No lo vivio, o no sabe como ponerse en tus zapatos, opina desde su propia experiencia personal. Lo mismo cuando sucede al revés o cuando es uno el que aún no vivió determinada situación. No se trata solo de ignorancia, frialdad, maldad o como queramos llamarlo, simplemente no lo sabe porque no esta dentro suyo ¿Cómo puede saberlo? Es por eso que mientras más experiencias variadas una persona haya vivido y atravesado, más empática se vuelve, más receptiva, más sensible, es más rica en vivencias…no sé que palabra usar para explicar lo que siento o lo que pude ir deshilachando en la práctica de vivir, de poder ir descubriendo quienes somos los seres humanos y de que formas funcionamos.
Me apasiona la mente humana, me produce un magnetismo y una curiosidad fanática, soy psicóloga, escritora, artesana ¡lo que sea! porque necesito desglosar y entender, hasta donde puedo y más allá también, esa sed de conocimiento es el motor de la búsqueda, siempre. Y si algo aprendí es que los libros tarde o temprano deben cerrarse, para abrir el de adentro que es un tesoro único en cada uno. Ahí esta todo, no hay otro lugar donde buscar.
Y abrir esa puerta con tantos candados y hacernos cargo y no barrer más bajo la alfombra, deshacer el ego, romper las barreras y liberarnos desde adentro hacia fuera, es tan difícil como maravilloso. Librar esa batalla es para valientes, tirar la culpa siempre afuera es triste, es cobarde. Parece que los héroes victoriosos eran los que derrotaban a un otro o a “el malo” pero yo creo que los verdaderos héroes, esos que merecen aplausos de pie, son los que se animan a abrir el corazón y dejarlo latiendo ahí, a la intemperie, en medio de tantas bestias, son los que eligen hacerse cargo de su propia vida y sus propios fantasmas, para dejarlos ir, para transformar toda esa energía, para liberar el peso de una vida y una historia que ya nos peso bastante, para poder volver a nacer y ser mejores seres humanos, ser más divinos y sutiles, ser más nobles y dignos, esos son los verdaderos héroes, los que se enfrentan a sí mismos. Los que abren las jaulas, los que miran de frente, los que saben lo que es la oscuridad más infinita y a ciegas igual, tuvieron la fuerza de seguir buscando sin perder la fé, los que han elegido empezar a mirar para adentro, a despertar. La batalla más difícil es enfrentarse a uno mismo, requiere de un valor muy grande.
Esos son héroes.

No hay nadie halla afuera, solo tu sombra esperándote.

N.P.S

18-08-2013


1 comentario:

Anónimo dijo...

Increíble, gracias !

Comenzar a senti-pensar, lograr coherencia entre lo socio- culturalmente impuesto e implantado, y lo que intuitivamente sentimos y hemos olvidado, es un gran reto, una gran batalla con uno mismo.

Al menos, caminamos y subimos un peldaño, no es necesario ver toda la escalera :)

Abrazo compañera guerrera. Gracias por compartir tus sentires.