16 de agosto de 2011

La eternidad de lo inmutable

Que viaje tan increíble realice, que privilegiada me siento ante tanta inmensidad vivida.

Un sueño hecho realidad, que hace años me debía y que la vida postergo.

Y así de sabia fue que supo indicarme el momento justo para poder transitarlo de la manera que lo transite interiormente, regalándome además de todo un Alma de luz como la que allí conocí, amigus.

Y lo más hermoso es que supero incluso al mismo sueño. Algo me llevo más allá de lo que siempre pude imaginar y fue tan real que aun me parece un sueño.

Atesoro, en un espacio de mi corazón muy especial, ese viaje que no tiene retorno.

Y hoy, siete meses después, miro las fotos y un manojo de recuerdos me llena de colores el corazón. Algo en medio del pecho crece, una congoja se avecina en mi garganta: es la emoción en su máxima expresión. Si hubo algo continuo en este viaje fue la sensibilidad, en todos sus planos existenciales ¡La emoción a flor de piel!

Cuando vuelvo a observar cada foto siento el calor de su pueblo, el aroma de sus comidas, su gente, la voz de los niños, la energía de sus costumbres. Hay tantas historias, anécdotas, sensaciones y maravillas que vibran en mi interior cada cual con su particularidad y permanecen allí, intactas. Como si el tiempo no hubiera pasado para ellas, como si algo sagrado permaneciera inalterable. Debe ser porque lo viví siempre más con el corazón que con la cabeza, no fui racional, actué con locura y pasión.

Las fotografías, acompañadas de alguna canción norteña, tienen la particularidad de trasladarme a esa atmósfera tan particular que viví durante esta fantástica aventura.

Si, el viaje duro dieciete días creo, pero siempre sentí que fueron meses…los días eran eternos, las experiencias incontables y el aprendizaje, sublime. El asombro ante lo nuevo, la curiosidad y la valentía de animarse a todo no tiene comparación. Aun cuando el cuerpo decía basta, aun cuando parecía imposible, aun cuando era una locura…igual lo hice, porque ya entendía que la vida es una y que valdría la pena. Y así fue.

Hoy me siento orgullosa cuando veo estas fotos, por haberme animado a vivir una experiencia tan enriquecedora, por habérmelo permitido y regalado.

Siempre este viaje será el recuerdo más vivo de la vida misma, de la voluntad del instinto y de que los Ángeles existen, también. Supe desde que lo empecé a planear con Angie hace como cuatro años, que habría un antes y un después; sin duda así lo fue.

Cambio el medio, cambio el tiempo, cambiaron los compañeros, pero yo era la misma. Eso fue fundamental para no perderme y encontrarme y reencontrarme en cada espacio de tierra sagrada que iba pisando. Y así fui re-descubriéndome bajo la tierra y en lo más alto del cielo, también.

Las palabras son huecas ante las sensaciones que recorren cada célula de mi cuerpo cuando cierro los ojos y casi veo el Cerro de los Siete Colores a mí alrededor o siento el olor a sal de Jujuy y escucho esos charangos y una cholita diciéndome “ahicito nomás”.

Hay cosas que no pueden expresarse con palabras, ni con silencios. Tal vez por medio de la música, por medio de las lágrimas o el idioma del corazón ese que nos hermana; pueda transmitir algo de lo vivido. Lo más importante es lo que ha quedado, que nadie quita lo transitado y que hay una hermana testigo y cómplice, de todo esto que tanto me cuesta plasmar. Con ella si, los silencios hablan y basta con ver una foto o escuchar una canción para saber donde estamos paradas internamente.

Un racimo de memorias, una catarata de sensaciones, un árbol maduro.

Así me siento cuando me reencuentro con la experiencia.

Agradecida infinitamente a la Pachamama y a su gente.

Todo el mundo te explica como ir hasta el Norte, pero nadie da instrucciones de cómo volver. Se tarda meses hasta regresar integro y nunca más en la vida, uno puede olvidarse de una experiencia tan única.

Cuando el Norte Argentino entra en la piel, es una chispa en el corazón, un acorde único en la sinfonía del Alma.

Imborrable.

N.P.S

12/08/11

No hay comentarios.: