1 de febrero de 2012

¿Cuántas veces?

Cuantas veces escarbamos en el interior de otro, en su historia personal, en las miserias más profundas y en sus defectos más dolorosos...sin medir los daños, prejuzgando, señalando, creyendo que sabemos algo acerca de esa persona o sintiéndonos superiores con derecho a poder opinar, criticar y calificar sobre los actos del resto.

Cuanto tardamos a veces en tomar real conciencia del impacto que tienen nuestras palabras en otro sujeto que es un ser humano tal como nosotros, aunque a veces aparente ser frío o distante, es solo parte de un sistema defensivo complejo y delicado que todos poseemos de alguna u otra forma. Considero que la empatia es fundamental, en todo vínculo humano sano y amoroso, cuando no la hay solo podemos sentarnos a juzgar al otro como si fuese de piedra o como si realmente pudiéramos ver que es lo que hay en su interior.

Cuantas veces comparamos nuestra infelicidad o nuestros problemas con los ajenos para sentirnos menos culpables, un poco menos responsables de aquello que nos sucede “mágicamente” por que no aceptamos que somos la mitad del problema, o al menos una parte. Será porque la culpa compartida es más liviana, pareciera que nos hace sentir "menos mal" sacar a relucir las miserias ajenas e ignorar así las propias, deshaciéndonos de ellas, barriendo bajo la alfombra ¿Cuán mugrosos podemos llegar a ser cuando se trata de no enfrentarnos a la propia realidad interna? Cuando es más cómodo no hacerse cargo, manipular la realidad, proyectar en los múltiples espejos el reflejo de lo que nos duele en cada célula y nos acalambra el Alma, pero nos cuesta ver, aceptar, transitar. Eso también somos nosotros, me atrevo a decir, somos más nosotros que todo el resto que podemos conocer y elegimos mostrar. Por eso quien no conoce nuestras sombras, nuestros defectos, nuestra cara oscura…entonces, honestamente, no nos conoce.

¿Cuántas veces más - me pregunto - cargaremos sobre espaldas ajenas nuestra propia sombra y cuantas veces más cargaremos sobre nuestra espalda la sombra de los demás simplemente por ser buenos, sensibles y no saber poner límites a tiempo? ¿Tanto cuesta despertar, enfrentarse al espejo, re-conocerse en la más pura luz, que parece enceguecer y asustar aun más, que la profunda oscuridad? ¿Cuántas veces más vamos a permitir que esa misma mirada del otro posada sobre uno nos construya, destruya y reconstruya sin tregua, sin permiso? ¿Cuántas teorías egoístas y miopes sobre nuestra propia vida vamos a tolerar? ¿Cuantas versiones limitantes y pacatas pueden inventar las personas con tal de no mirarse a si mismas?

¿Hasta donde y hasta cuando es necesario hurgar en el inconciente, correr los velos, hacer sonar todas las alarmas, soltar amarras, abrir esas puertas que parecen cerradas bajo cientos de candados? ¿Es efectivamente sanador ese proceso? ¿Qué es realmente lo que promueve un cambio subjetivo verdadero? ¿Cómo medir cual es la profundidad exacta donde frenar a tiempo? ¿Cómo separar al otro de mí, si somos una unidad indivisible? ¿Cómo hacer daño sin herirse? ¿Cómo dañarse a si mismo sin provocar efectos en los demás? Todo, absolutamente todo, esta tejido por un hilo invisible; estamos indefectiblemente interconectados entre nosotros, al Cosmos y a cada particular de la naturaleza. Parece sencillo, mágico…y sin embargo que difícil parece a veces todo cuando los cuestionamientos son tan existenciales y sin respuesta, cuando se trata de lo abstracto, de la mente, de los límites borrosos, de las preguntas sin respuestas univocas, de la multiplicidad de puertas que abre y cierra la vida, sin preguntar.

Si, realmente me gustaría ser más superficial, fría y ajena a esa realidad velada que veo con tanta claridad.

Que siempre vi, con tantos ojos simultáneamente. No puede volver a dormir, aquel que algún día los abrió.

Asistir en silencio a lo invisible, apagar mis sentidos, disfrutar sin cuestionarme nada.

Hay días que siento así, hay noches que bendigo estar tan despierta y no temerle al espejo, nunca más.

¿Cuantas veces más?


N.P.S

Enero 2012

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