Pasa la existencia rápidamente como secuencias ininterrumpidas antes
mis ojos.
Y cuando dijo existencia, no me refiero a la vida del aquí y
ahora, ni me refiero a lo que podemos ver con nuestros ojos o tocar con
nuestras manos u oír con nuestros oídos. Cuando dijo existencia me refiero a
ese todo inabarcable que por momentos se hace presente y logra habitarme de una
forma salvaje, atropellada, sin permiso, ni tiempo. O tal vez sea yo quien
habito ese espacio, nunca se sabe quien es quien en ese juego. Somos
observadores y observados, somos uno y somos todo, somos alguien y a la vez nadie.
Víctimas y victimarios, a veces humanos a veces divinos, un poco animales, un
poco civilizados. A veces usamos más el corazón, otras el cerebro. A veces
preferimos cerrar nuestros oídos o cerrar nuestra boca, abrir grande los ojos y
las manos y también; viceversa.
No sé que es la vida, tampoco sé si debería ser algo ¿Por
qué todo tiene que tener un objetivo o una razón de ser? No se pregunta el arco
iris si salir o no, no se pregunta el pájaro si volar, ni los arboles si
crecer. Y tienen colores, alas, raíces; nosotros también. Sin embargo, todo lo
preguntamos para llenarnos aún más de ese vacío existencial que nos arroja a un
espacio de desamparo y huerfanidad que algunas noches resulta insoportable.
No creo que Dios se pregunte nada. No juega a los dados, no
tiene forma, no tiene sexo, probablemente ni siquiera tenga voz, ni ojos, ni un
rostro familiar. Que triste no preguntarse. O quizá sea la plana iluminación el
comprender ese todo, del que hablaba al principio, cuando quería decir
existencia y no supe explicarme ¿Seria aburrida la vida sin cuestionamientos o
podríamos vivir más tranquilos? ¡Ah, la tranquilidad! es una mera construcción
del hombre y el hombre no tiene la verdad, porque a veces pienso que la verdad
no existe y que por una milésima de segundo siento en todo mi ser la sensación
abismal de que TODO era mentira, de que uno pasa la vida convenciéndose desde
un lugar tan certero y profundo de la existencia, formando sus creencias,
vivenciando en carne propia la experiencia, viviendo en base a las filosofías
que elije – quienes optamos por elegir – en definitiva; siento un buscador.
Para que un buen día algo, o alguien alguna veces, nos de vuelta el tablero
desarmando el rompecabezas para siempre, dejándonos plagados de preguntas,
abriendo la puerta en medio de un desierto inhóspito o de un mar convulsionado
que nos despeina hasta el alma. Todas las piezas están mezcladas, la sensación
de injusticia, desesperación e impotencia es más grande que cualquier mar o
desierto existente, lo juro. Después, uno vuelve a armar ese rompecabezas,
porque confía, porque cree que siempre hay algo más allá, porque construye
razones, objetivos, formas de seguir coexistiendo.
No sé que es la vida, pero no voy a conformarme con pensar
que “todo pasa” porque justamente no quiero que mi vida pase como secuencias
ininterrumpidas antes mis ojos. Quiero que sean mis ojos los que puedan
interrumpir la vida y marcar las secuencias, sea como sea, hare lo que tenga
que hacer aunque parta sin entender la vida.
No voy a quedarme con la duda, por eso soy una buscadora.
N.P.S
30-03-2013
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