13 de junio de 2013

Lo que no tiene nombre


Quiero escribir desde una profundidad que no admite musas.
Es decir, deseo escribir desde un lugar en el que no habitan las palabras, un espacio donde vuelan mariposas y también cuervos, un vacío inhóspito que sin embargo a veces, se inunda de luz.
Intento escribir, no sé bien si sobre mí, sobre el mundo, la vida o los otros; en definitiva es todo lo mismo, todas las fronteras son ilusiones. Hablar de mí, ante alguien que no me conoce es reconocerme, narrar quien soy es tan propio como ajeno. Escuchar cuales son mis sueños y elecciones, que se filtren  también mis miedos, mis sombras, mis fracasos, es decir cada aprendizaje y la fuerza interior que me sostiene, o mejor dicho, me impulsa.
Hoy conocí a un extraño y las sensaciones ambiguas me invadieron. Por momentos volví a sentir quien era, como acercándome a una persona que el tiempo fue desarmando y sin embargo, ahí estaba. Como si las etapas, el tiempo y mi personalidad fueran de plastilina…supongo que todos nos moldeamos, día a día, y que lo importante es tomar conciencia de que es fundamental moldearse desde la libertad y el respeto a uno mismo, y tomar el poder para no ser moldeados por otros, que nos arrebatan la identidad del ser sin permiso, ni piedad.
Quiero escribir, decía, desde una profundidad que no admite poesía, ni prosa, ni siquiera estas pobres e impúdicas palabras. No hay codificación para lo que quiero escribir, porque es un sentir profundo, que se hace carne en el cuerpo, que se hace lágrimas en los ojos, sonrisa en los labios, música que resuena con mis pasos hundiéndose en la tierra. 


N.P.S

12-06-13

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