Camino
sobre el fuego; ya no quema, mis pies son duros y están enraizados al centro de
esta Bendita Tierra, Madre. El miedo desaparece cuando se han atravesado
infiernos de lava y cuervos.
Sé quién
soy, no hay límites cuando estas con el corazón abierto. Emprendo el vuelo de
una búsqueda sin final, que ya ni se cuando comenzó.
Me deshago de este rumiar tortuoso que es el pasado,
que embate una y otra vez con una fuerza arrasadora, trayendo la desdicha y la
desesperanza en cada respiración. El retorno continuo de lo que no esta, lo que
no fue, lo que ha muerto, de lo que no elijo y sucede una y otra vez como un
circulo sin fin. La famosa compulsión a la repetición, la destierro.
Cierro
los ojos y escucho mi susurro interior, guía honesta e íntima que apacigua
ansiedades y responde a dudas existenciales que no encuentran respuesta. El ruido
del mundo, de los otros y el de mi propia mente no me permiten en el devenir cotidiano,
escuchar esa esencia que si sabe de la razón de cada hecho.
Causa y
efecto, acepto y suelto, intento seguir adelante desde mi lucha interior, esa
que yo sola conozco y resisto, celebro y combato.
Integro
los opuestos, reconstruyo mi identidad, me complemento a mí misma.
Me despojo de los ideales ilusorios que empañan mi
visión y sobre exigen a mi espíritu, a mi cuerpo y a todo lo que soy, a dar más
de lo que puedo y a esperar más de lo que existe. Abandono la perfección para
aceptarme humana y limitada, sabiendo que doy todo lo que puedo desde la mejor
intención y voluntad.
Acepto
y construyo mi realidad, que es mágica también y posible sobre todo. Mi propia utopía
en la Tierra, la historia que elijo seguir viviendo, que es diferente, compleja
y requiere de un esfuerzo personal inmenso, pero es la que mi naturaleza me
dicta. Aceptarla es parte del proceso, aunque no sea lo que soñé, lo que elijo
muchas veces, esto también es parte de lo que soy.
Sostengo
y cultivo cada dia de mi vida, con esfuerzo, paciencia y una fuerza interior
que a veces me sorprende, esa parte que desconozco de mi misma y resurge en los
momentos más ásperos y desoladores para recordarme quien soy realmente. No estoy
sola.
Una vez
más emprendo el desafío de enfrentarme al laberinto de quien soy, el espinoso
camino de intentar comprender las reglas de este misterioso universo que nunca
lograremos abarcar. Tomar la punta del ovillo y animarse a desenredarlo con filosofía,
sabiendo que enredarse es inevitable y habrá que volver a empezar. Otra vez
desglosar destino, el karma y los
astros, para intentar justificar o darle un sentido a lo que no tiene respuesta.
Me zambullo en el mar de las emociones, de la vida, de la fecundidad y nado tan
profundo como sea necesario.
Reconecto con mi fuente infinita, me enfoco en mi
centro, sabiendo que el único compromiso es conmigo misma y que todo lo demás,
es pasajero.
Capitalizo cada experiencia de vida intentando soltar
el dolor para que vuele y se transforme en algo mejor, para que cada
experiencia, ciclo y ser humano que me atraviese me nutra y reconstruya desde
cada rincón y plano, con el fin de poder reencontrarme a mí misma y ser feliz
en la unidad. Poder brindarle al mundo también, la mejor versión de mi misma,
esa es también mi responsabilidad.
Confío en esa energía creadora que es el Alma de todo,
el Amor. Entrego a mis guías y a mi Maestro lo que me sobrepasa, lo que no
puedo sostener más, lo que no comprendo. Y en esa entrega, dejo que fluya hacia
mí y desde mí, todo lo que sea necesario que se mueva, muera y nazca.

Allí es
donde realmente me siento completa y no necesito más nada. Allí cesa el deseo,
la febrilidad mental, el cuerpo es vehículo y somos observadores de este juego
llamado vida, desde allí tomamos conciencia real de quienes somos y que estamos
haciendo acá, en esta experiencia humana.
Hay un todo que nos habita, inexplicable.
He vuelto a
casa.
N.P.S
14-12-13
No hay comentarios.:
Publicar un comentario