23 de diciembre de 2014

Omnipresente

Observa lo inevitable con la inocencia de un niño,
que aun no comprende, solo siente.
La ansiedad desarma sus uñas, 
ya no se defiende,
no por decidía, sino por elección.
No teme sufrir, la transmutación es su aliada,
la muerte, el milagro. 

Ella duerme, por un instante duerme,
descansa en el sueño empapado de muerte,
de colores y delirios enrededados en su cabeza.

Observa lo inevitable con la inocencia de un niño,
tiene miedo, se huele el miedo,
¿O el miedo la tiene a ella?.
Ella duerme, no se da cuenta, no se entera.
Él intenta tomarlo, alejarlo de la escena,
separarlo de la tragedia. 

El triangulo explota, implosiona,
queda expuesto a los ojos de todos
que observan lo inevitable con la intención de un adulto.

...pero nadie observa su corazón,
ni sus pies diminutos, 
solo ella conserva la inocencia de una niña,
aunque su cuerpo de mujer confunda la noche,
con la sangre,
la teta,
con la luna.

Los ojos
con Dios.

N.P.S
23-12-2014

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