14 de diciembre de 2010

Pompas de amor

El amor es como una burbuja de jabón. Y cuando digo esto, me refiero a esas grandes y brillantes que reflejan todos los colores del Arco Iris en su superficie. A aquellas que dejan a los niños boquiabiertos y a los adultos con los ojos brillosos.

El amor es como una burbuja de jabón, circular, infinito, no tiene principio ni final.

Es cíclico, un circulo eterno de colores y vibraciones sutiles.

El amor es como una burbuja de jabón, por su fragilidad. Cuando uno hace burbujas estas se van expandiendo, pero si uno sopla demasiado o muy fuerte, se explota. Lo mismo sucede con el amor, encontrar el punto exacto es un gran desafió, y sobre todo un milagro que a veces sucede.

Eso si, cuando explota la burbuja ¡desaparece! ni rastros quedan de su existencia. Pareciera expandirse y fusionarse con “el todo”.

El amor es como una burbuja de jabón, por lo voluble de su textura amorfa. Puede tomar tantas formas, como tamaños, dependiendo de múltiples factores.

El amor es como una burbuja de jabón, decía, sobre todo por esta bella y cruel cualidad de las burbujas. Hablo de cuando uno intenta agarrarlas y se disuelven en el aire, se esfuman como si nunca hubieran sido reales.

Es imposible palparlas, apenas tocan nuestra piel u algún objeto estallan, pero que sea imposible no quiere decir que no sean reales y mágicas. Tal vez lo fugaz sea lo más bello y sagrado que podamos conocer.

Mucho tienen que ver las pompas de jabón y el Amor.

N.P.S

14/12/10



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