23 de julio de 2013

Corazones sincrónicos

Hoy salí temprano hacia el trabajo, afuera el frío impregnaba los huesos pero estaba bien abrigada.
Muy abrigada.
Junto a mis guantes bailaba y cantaba la bersuit por la calle como si estuviera sola, de hecho a esa hora prácticamente lo estaba. En la parada del colectivo, que tardo demasiado para el frio que hace, intercambie buenos días con un señor barrendero. Cuando me subí, se apodero de mí la misma sensación que solía sentir muchas veces en el tren, rumbo al Hospital Borda. Sera la mañana, le gente recién levantada, el sol saliendo, como que arranca el día, algo nace, es un comienzo, despertamos.  Circula otra energía a esa hora, lo huelo en el aire. Hacía mucho que no sentía tan clara esta sensación y esa mezcla de emociones intensas, místicas si se quiere, casi surrealistas. Comencé a mirar a la gente a los ojos, a observar sus gestos, sus posturas, su ritmo…a escuchar lo que dicen y lo que callan, sobre todo.
Observaba por la ventana la vereda, la gente mezclada que va y viene, me apasiona contemplar al ser humano, a esta raza que somos y que invadió el planeta por completo o lo habito o lo superpoblo o lo lleno de amor, de guerras, de paz y de oscuridad. Somos habitados por el misterio y ese enigma es magnético para mí. Me produce una curiosidad muy grande todo eso que el ser humano hizo y es, lo que somos. Pensaba que cada uno de nosotros es un acto de amor, que nadie escapa a la condición de hijo y que todos hemos estado latiendo dentro de nuestra madre.
Un corazón que latió dentro de otro ser humano ¿No es increíble?
Entonces, las personas del colectivo se convirtieron en eso, en corazones, rojos y rosados, grandes, llenos de vida, de esperanzas, de sueños, o no...pero latientes, despiertos, amanecidos. Me embruja el ser humano, la conducta humana, soy muy analítica del mundo y de nuestra raza. Me doy cuenta que cuando me sintonizo y fundó con la mirada de otro somos iguales, que todos tenemos dolores, alegrías, luces, sombras, que nadie puede esconder la transparencia de la mirada, no se puede fingir esa ventana directa al alma que no sabe de velos, que corre la mirada cuando no quiere comunicar, porque no puede callar de otra forma. Y cuando uno mira desde adentro, la gente entrega la mirada, la sostiene. Esa comunión como si nadáramos todos en el mismo océano, me pasa en otras circunstancias que lo ameritan mucho más, pero me llama más la atención cuando sucede con esta profundidad espontáneamente como me pasa a veces en medio de tumultos donde siento que todos corren en una coreografía sin fin, que todo está acelerado, desconectado, ruidoso y en medio de todo eso, yo veo las cosas en cámara lenta, con un silencio profundo que me conecta con el silencio del otro. Es maravillosa la sensación de expansión y de paz, como si las fibras invisibles que nos unen se harían presentes, luminosas y claras.
Emociona.
Se puede vivenciar una experiencia “mística” o de comunión en un transporte público. A veces no hace falta ir a meditar al Himalaya, la conexión ocurre desde un estado  interior que a veces resulta espontaneo cuando uno está más permeable y abierto a dejar entrar la energía, a fluir. A estar íntegramente presente en el PRESENTE que es un regalo y por eso, el nombre.
Soy y estoy sensible y también me doy cuenta de que en una cuadra se me caían las lágrimas por una  canción que toca mis espacios más íntimos pero que a la otra cuadra ya estaba bailando al ritmo de otra, y cantando sin que nada me importara más que ese momento. Como los niños que no resisten sus emociones y ríen o lloran según sienten, son transparentes.  La sensibilidad es una y no reconoce polos, la dualidad es humana, es mental. En cambio cuando uno esta permeable, conectado, consiente y por lo tanto muy sensibilizado, como me siento ahora, creo que no es un estado ni positivo ni negativo, no se puede juzgar o etiquetar porque es aleatorio aunque en general tendemos a hacer una analogía entre sensibilidad y algo sombrío, o algo triste. Considero que ese concepto esta errado, en todo caso sería melancolía o tristeza, hasta angustia tal vez, pero no sensibilidad. Cuando uno está realmente sensible, es cuando baja las defensas, abre las corazas, suelta las amarras y expande su corazón y su mente. Es ahí  entonces es cuando logramos conectarnos con este todo que nos atraviesa y habitamos. Conectar con ese AMOR que todos somos, y lograr aunque sea por instantes pequeños sentir que TODOS somos uno y que somos lo mismo, es fuertísimo, es una experiencia muy rica que ningún libro o persona puede transmitirte. No encuentro una palabra que lo describa porque ninguna abarca esa sensación de éxtasis, pero intuyo que antes de nacer y después de morir, esta misma sensación pero mucho más intensa es en la que estamos inmersos... la unidad, es la felicidad. El desafío es también lograr ese estado, aunque no sea permanente, en este paréntesis de existencia entre el antes y el después.

Brindo por eso, la vida es presente.

N.P.S
19-07-13  


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