7 de julio de 2009

Impostergable

El mejor médico es el que conoce la inutilidad
de la mayor parte de las medicinas.
Benjamin Franklin


Salvar vidas, ganarle a la muerte, correr contra el reloj, tener esperanza, enfrentarse día a día con sus pálidas manos y anunciar con una frialdad ya casi natural, la hora del deceso.
Saber que se puede, pensar que se puede, luchar hasta el final, acostumbrarse a las leyes de la vida, no adaptarse nunca a las mismas.
Salvar una vida, perder veinte.
Y entre medio de todo eso, el azar y el destino metiendo la cola, siempre.
Esa es la gran tarea de los médicos cirujanos o los que trabajan en emergencias, los que salvan vidas y juntan muertes, varias veces por día en todos los rincones de este planeta.
(Que orgullo y que trabajo complejo. Añoraría estar en sus zapatos y el solo pensarlo, me da escalofríos)
Y que complicado, que absurdo, que profunda herida narcisista, que patada al orgullo debe ser sentir que “no se pude hacer más nada” y soportar la mirada de un niño que se queda sin madre, de un hombre que se queda sin esposa o de una madre, que se queda sin su hijo.
Luchar contra “algo” que no vemos y que es lo único inevitable y certero de nuestras vidas, ella.
No, no se pudo hacer más nada e hicieron, igual, todo lo que estaba a su alcance.
Porque, por más tecnología, por más avances científicos, por más maquinas perfectas que cree el ser humano, por más químicos inventados por laboratorios y/o genios, nada pero absolutamente nada en este mundo se puede enfrentar a la presumida muerte logrando vencerla, victoriosamente, en un gran porcentaje de casos ¡Claro!
Siempre existe y existirá un núcleo irreductible, un punto de exceso en el que las leyes naturales no pueden ser controladas, haga lo que se haga.
Un quiebre donde se filtra la sombra, de la eternidad o del fin.
Domar una energía insumisa, indómita y totalmente inevitable en ese punto de inflexión que nos rebalsa la existencia de dudas y cuestionamientos.
No pudieron hacer más nada, porque no se puede luchar contra lo establecido.
Y sin embargo, mientras haya vida hay esperanza.
Que paradójica es la existencia, el ser humano…que contradictoria es la vida, incluso la ciencia, que ridícula, obsoleta y maravillosa, es.
Hay una frase del genial Nietzsche que últimamente da vueltas y vueltas en mi cabeza.
Hoy decidí invertirla, me he tomado ese atrevimiento.
Lo que no nos hace más fuerte, nos mata.
Al final es así o ¿Alguien se anima a refutarlo?
No, no se puede hacer más nada, aunque hayamos echo todo lo posible.

Ya lo decía Hunter “Patch” Adams: “Todas las Almas aquejadas, desean volver a su Hogar”

N.P.S
07/07/09

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