20 de marzo de 2014

Florecer a la vida


"El romanticismo es la misma flor con la que te velaran" 
Gustavo Cordera 
No me gusta recibir flores. 
Quiero decir, AMO las flores, pero el ramo de flores me huele a muerte. 
Las flores confían, siempre confían. Nacen en medio del barro, encuentran la forma de adaptarse y sobrevivir, representan la vida. 
Son la vida.
Buscan al sol desesperadamente, trepan, escaban, encuentran recovecos en el cemento, en la montaña, en la pared, en el agua, donde sea. Es fascinante la voluntad del instinto, la fuerza de la vida. La flor en si conquista, es musa por naturaleza, sus colores, su textura, los aromas, la belleza que inspiran es casi sagrada. 
Pero el ramo de flores es otra cosa...es la vida arrancada, la inocencia deshojada.
Es la flor sin su tierra, es la rama en el aire, despojada de toda vida. 
Uno las corta o más bien, las compra cortadas y lo que arranca básicamente es la energía vital…quiero decir; la vida misma.  Eso, que las impulsa hasta el sol y las vuelve bellas, rebeldes, libres.
Y después uno las regala, para decorar, para un cumpleaños, un aniversario, como un gesto simbólico y también, se las ofrenda a los muertos, para decorar, como llevando algo “vivo” y alegre a esos lugares tan cargados de ausencia.
La flor secándose en el florero, tiene olor a muerte... 

Nady - me dijo él - las flores aparecen en dos grandes escenas fundamentales de la vida; 
el amor y la muerte. 
Yo sonreí, cómplice, tímida. No lo había pensado de ese modo. 
Y él, siempre tan atento y lucido, estaba en lo cierto. Capta mi inconciente al vuelo.

¿Hasta donde el amor y la muerte no son lo mismo? Digo, ambas caras de una moneda. 
¿Hay amor en la muerte, hay muerte en el amor? ¿Por que uno regala flores a quien ama y también a quien ha muerto? ¡Por que lo ama, si ya lo sé!  Ambos escenarios tienen mucho en común y mucho de opuesto ¿Complementario? es llamativo. El amor y la muerte bailan un tango desenfrenado, pasional, cargado de simbolismos y años de historia.

Estos últimos tiempos la muerte me convoco desde enfrente de casa, desde abajo, al lado, en la tele. En la obra de teatro, en mis recuerdos, en su piel, en su mirada.
Por todos lados, la muerte.
Y entiendo que todo eso, solo viene a reafirmar una cosa; la vida. 
Las flores son la vida.
…amo las flores, pero las quiero vivas, creciendo, buscando el sol desesperadamente como su fuente de energía vital, como un amor platónico, romántico. Las quiero húmedas, coloridas, no resecas y anacrónicas. El olor a flor seca, es olor a cementerio y no es que tenga una mala relación con la muerte, pero digamos que me resulta más amigable respirar la vida, conectarme con la energía que fluye., si total el resto es inevitable!
Si, claro…la vida también me estuvo convocando por todos lados “últimamente”, por eso pienso ¿Hasta donde los opuestos, los polos, la bendita dialéctica?
Creo que realmente estoy comenzando a vivenciar la unidad, el trascender los conceptos y las polaridades: la cuarta dimensión, una forma nueva de moverme en el mundo, una lectura diferente de todo y de todos, un aprendizaje revolucionario donde las posibilidades son infinitas, donde no hay vida o muerte, donde no hay polos opuestos.
Aun así mi mente se resiste a los nuevos paradigmas y formas, y lucha desesperadamente por no morir. Ya lo decía él “el ego se retuerce, hasta morir”. Por ahí transito.

Yo comprendo que morir, es la única forma de poder nacer.
Por eso me entrego al proceso de renacimiento...

Que así sea!

N.P.S

20-03-2014

Remito a este escrito de noviembre de 2010, donde trato el mismo tema de las flores y la muerte:
http://silenciospublicos.blogspot.com.ar/2010/11/regalame-vida.html


No hay comentarios.: