"El romanticismo es la misma flor con la que te velaran"
Gustavo Cordera
No me gusta recibir flores.
Quiero decir, AMO las flores, pero
el ramo de flores me huele a muerte.
Las flores confían, siempre confían.
Nacen en medio del barro, encuentran la forma de adaptarse y sobrevivir,
representan la vida.
Son la vida.
Buscan al sol desesperadamente,
trepan, escaban, encuentran recovecos en el cemento, en la montaña, en la
pared, en el agua, donde sea. Es fascinante la voluntad del instinto, la fuerza
de la vida. La flor en si conquista, es musa por naturaleza, sus colores, su
textura, los aromas, la belleza que inspiran es casi sagrada.
Pero el ramo de flores es otra
cosa...es la vida arrancada, la inocencia deshojada.
Es la flor sin su tierra, es la
rama en el aire, despojada de toda vida.
Uno las corta o más bien, las
compra cortadas y lo que arranca básicamente es la energía vital…quiero decir;
la vida misma. Eso, que las impulsa hasta el sol y las vuelve bellas,
rebeldes, libres.
Y después uno las regala, para
decorar, para un cumpleaños, un aniversario, como un gesto simbólico y también,
se las ofrenda a los muertos, para decorar, como llevando algo “vivo” y alegre
a esos lugares tan cargados de ausencia.
La flor secándose en el florero,
tiene olor a muerte...
Nady - me dijo él - las flores aparecen en dos
grandes escenas fundamentales de la vida;
el amor y la muerte.
Yo sonreí, cómplice, tímida. No lo había pensado de
ese modo.
Y él, siempre tan atento y lucido, estaba en lo
cierto. Capta mi inconciente al vuelo.
¿Hasta donde el amor y la muerte
no son lo mismo? Digo, ambas caras de una moneda.
¿Hay amor en la muerte, hay muerte
en el amor? ¿Por que uno regala flores a quien ama y también a quien ha muerto?
¡Por que lo ama, si ya lo sé! Ambos escenarios tienen mucho en común y
mucho de opuesto ¿Complementario? es llamativo. El amor y la muerte bailan un
tango desenfrenado, pasional, cargado de simbolismos y años de historia.
Estos últimos tiempos la muerte me
convoco desde enfrente de casa, desde abajo, al lado, en la tele. En la obra de
teatro, en mis recuerdos, en su piel, en su mirada.
Por todos lados, la muerte.
Y entiendo que todo eso, solo
viene a reafirmar una cosa; la vida.
Las flores son la vida.
…amo las flores, pero las quiero
vivas, creciendo, buscando el sol desesperadamente como su fuente de energía
vital, como un amor platónico, romántico. Las quiero húmedas, coloridas, no
resecas y anacrónicas. El olor a flor seca, es olor a cementerio y no es que
tenga una mala relación con la muerte, pero digamos que me resulta más amigable
respirar la vida, conectarme con la energía que fluye., si total el resto es
inevitable!
Si, claro…la vida también me
estuvo convocando por todos lados “últimamente”,
por eso pienso ¿Hasta donde los opuestos, los polos, la bendita dialéctica?
Creo que realmente estoy
comenzando a vivenciar la unidad, el trascender los conceptos y las polaridades:
la cuarta dimensión, una forma nueva de moverme en el mundo, una lectura
diferente de todo y de todos, un aprendizaje revolucionario donde las
posibilidades son infinitas, donde no hay vida o muerte, donde no hay polos
opuestos.
Aun así mi mente se resiste a los
nuevos paradigmas y formas, y lucha desesperadamente por no morir. Ya lo decía
él “el ego se retuerce, hasta morir”.
Por ahí transito.
Yo comprendo que morir, es la única
forma de poder nacer.
Por eso me entrego al proceso de
renacimiento...
Que así sea!
N.P.S
20-03-2014
Remito a este escrito de noviembre de 2010, donde trato el mismo tema de las flores y la muerte:
http://silenciospublicos.blogspot.com.ar/2010/11/regalame-vida.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario