25 de octubre de 2009

Gracias por el fuego


Durante los cuatro siglos que duro la inquisición fueron llevadas a la hoguera ocho millones de personas, la mayoría mujeres, lo que da un total de cincuenta y cinco personas ejecutadas diariamente, durante solo...cuatrocientos años.
Liliana Felipe *


Tengo diecinueve años, me llamo Juana y hoy he sido finalmente condenada a muerte. Me quemaran en la hoguera y podré ser parte del paraíso, después de tanta lucha, de tanta desconfianza…después de todo. Dios me ha guiado todos estos años por medio de voces interiores que han marcado mi camino, surcando un destino trágico que debería haber sido divino. Soy una persona Santa y devota, Dios me ha otorgado un don que ellos no pueden ver ni aceptar. Creen que estoy loca, me encasillan bajo palabras que no comprendo, no tienen la capacidad de escuchar mi mensaje.
Es la madrugada del treinta de mayo del año mil cuatrocientos treinta y uno. Me han vestido como la inquisición manda, ropajes largos y blancos envuelven mi cuerpo. Sobre mi rapada cabeza han colocado un puntiagudo gorro que dice “Hereje, reincidente, renegada, idólatra”. Me han esposado y es inútil resistirme, ya no. Escoltada por un gran grupo de personas, soy arrastrada hacia la plaza repleta de gente. Son las nueve de la mañana y el sol brilla en el cielo. Unas diez mil personas expectantes aguardan ansiosas mi muerte, entre ellas centenares de soldados ingleses. Una plataforma con una hoguera montada en ella, será el escenario que me acompañaría hacia el fin o hacia la ansiada libertad. Diviso una estaca justo en el medio, a la cual supongo que seré atada y un montón de ramas apiladas debajo, que serán las encargadas de hacer arder a mi carne. Delante, una mesa con todos los delitos y pecados que he cometido. Me arrodillo durante casi una hora y hago las plegarias correspondientes.
Antes de ser quemada, un soldado ingles interrumpe con un grito y entonces el alguacil da la orden de ejecución y el verdugo, me traslada hasta la estaca. Como ultimo deseo, pedí a los Sacerdotes que alzasen la cruz delante de mis ojos hasta que ya no pueda verla, para estar acompañada por Dios hasta el último aliento. Fue entonces, cuando un fogonazo impuesto por el verdugo comenzó el proceso que me reduciría a cenizas. Mi Alma quedara en manos de Dios y podré ser al final, libre...
Lo que sucedió en ese momento no tiene palabras, es incontable, intransferible. Todos observaban atónitos la situación, algunos festejaban, otros lloraban. Habían sido cómplices de una masacre que pasaría a formar parte de la historia: quemar viva a una Santa, a una adolescente de diecinueve años; algo de lo cual muchos se arrepentirían años mas tarde. Luego de la muerte de Juana, algunos testimonios dicen que su corazón permaneció intacto y lleno de sangre. Ciertas versiones dicen que sus restos se lanzaron al Sena y otras afirman que algunos fragmentos de piel y de huesos fueron recuperados entre los leños quemados y conservados hasta ahora, bajo la propiedad del arzobispado. Algún soldado inglés afligido, como tantos otros, afirmó haber visto el Alma de la joven marchándose del cuerpo y algún otro confeso haber sido testigo el reflejo de Jesús, como otros dijeron también haber visto salir una paloma. La realidad es que Juana ya no esta, ella ha sido una victima más de la inquisición y de la ignorancia humana, que es infinitamente inagotable.


N.P.S
23/10/09

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