29 de septiembre de 2013

Ciclos naturales

No más espinas, no más esas plantas, bellas, exóticas, divinas en sus flores únicas y extravagantes, que florecen con una fuerza impresionante, solo una vez al año ¿Curioso, no? Es como que cuando se entregan, lo hacen regalando una belleza inigualable, intensas…o será pura identificación, quizá.
Mucho me han enseñado los cactus, me apasionaron por años, crecieron en mi habitación y en todo mi aura, como un desierto, era increíble. Yo sabía las causas, la lógica, comprendía.
Era como una conexión clara, cómplice, un vínculo espejo me gusta llamarle…
Pero un día empezaron a secarse, a dejarse morir, a soltar las espinas, a marchitarse. Y lo que tiene el cactus es que parece que sigue vivo, pero si sabes observarlos de cerca, apenas los tocas se caen de raíz, están secos por dentro, muertos. Otra cosa curiosa que no ocurre con otras plantas.
Una noche dejaron de ser agresivos, esa defensa ante el mundo por la extrema sensibilidad, por la aridez de los lugares que habitan ante los cuales sobreviven de una forma increíble, es como si fuera su naturaleza retener agua y exponerse al sol de frente, sin reparo.
Pero mis cactus una noche dijeron basta, causalmente cuando algo en mi interior también había muerto, había dicho basta. Una vez más compruebo que todos estamos conectados, sin excepción.
Y ahora esa ventana que fue habitada años y años por tantos cactus que desafiaban cada mano que intentaba regarlos, pinchando siempre algún dedo (ni hablar de trasplantarlos).
Ahora ese espacio esta plagado de flores, de fucsia, violeta, amarillo, de tonalidades de verdes como la paleta de un pintor, de los colores de la vida que la naturaleza nos regala, esos mensajes de él…tan perfectos y sutiles.
Aún hay cactus, sí. Que viven, que luchan, que siguen en esa ventana. Nos queremos, ese lazo persiste en algún lugar, pero hay espacio para otras plantas, para convivir en armonía en la diferencia, desde el complemento ¡la biodiversidad! Brindo por eso, celebro las espinas y las flores, porque la existencia es así, opuesta, complementaria, contradictoria, es un espiral constante. Y si algo aprendí, es que los extremos nunca son buenos y que para defenderse del mundo ya no es necesario herir, ni mostrar las espinas, sino simplemente florecer

desde el centro
desde adentro
todo lo demás, se va ordenando solo.

Somos luz, color, energía natural.
Y a veces espinas, también.

Integrar esa dualidad en la unidad, es la respuesta.

N.P.S
25-09-2013





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