Mucho me han enseñado
los cactus, me apasionaron por años, crecieron en mi habitación y en todo mi
aura, como un desierto, era increíble. Yo sabía las causas, la lógica, comprendía.
Era como una conexión
clara, cómplice, un vínculo espejo me gusta llamarle…
Pero un día empezaron
a secarse, a dejarse morir, a soltar las espinas, a marchitarse. Y lo que tiene
el cactus es que parece que sigue vivo, pero si sabes observarlos de cerca,
apenas los tocas se caen de raíz, están secos por dentro, muertos. Otra cosa
curiosa que no ocurre con otras plantas.
Una noche dejaron de
ser agresivos, esa defensa ante el mundo por la extrema sensibilidad, por la
aridez de los lugares que habitan ante los cuales sobreviven de una forma
increíble, es como si fuera su naturaleza retener agua y exponerse al sol de
frente, sin reparo.
Pero mis cactus una noche dijeron basta, causalmente cuando algo en mi interior también había muerto, había dicho basta. Una vez más compruebo que todos estamos conectados, sin excepción.
Pero mis cactus una noche dijeron basta, causalmente cuando algo en mi interior también había muerto, había dicho basta. Una vez más compruebo que todos estamos conectados, sin excepción.
Y ahora esa ventana
que fue habitada años y años por tantos cactus que desafiaban cada mano que
intentaba regarlos, pinchando siempre algún dedo (ni hablar de trasplantarlos).
Ahora ese espacio
esta plagado de flores, de fucsia, violeta, amarillo, de tonalidades de verdes
como la paleta de un pintor, de los colores de la vida que la naturaleza nos
regala, esos mensajes de él…tan perfectos y sutiles.
Aún hay cactus, sí. Que
viven, que luchan, que siguen en esa ventana. Nos queremos, ese lazo persiste
en algún lugar, pero hay espacio para otras plantas, para convivir en armonía
en la diferencia, desde el complemento ¡la biodiversidad! Brindo por eso,
celebro las espinas y las flores, porque la existencia es así, opuesta,
complementaria, contradictoria, es un espiral constante. Y si algo aprendí, es
que los extremos nunca son buenos y que para defenderse del mundo ya no es
necesario herir, ni mostrar las espinas, sino simplemente florecer
desde el centro
desde adentro
todo lo demás, se va
ordenando solo.
Somos luz, color,
energía natural.
Y a veces espinas,
también.
N.P.S
25-09-2013
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