16 de septiembre de 2013

Soltar el pasado


Matar el pasado y parir el presente para poder vivir hoy,
liberada de ese tormento; que no era vida.

-  Nadi vos no sos la misma de antes, sos una mujer nueva – me dijo al final de una larga conversación, profunda y sabia, como las que solemos sostener vida tras vida.
Y comprendí, así como sintiéndome arrastrada por un tornado de recuerdos, imágenes y sensaciones, la profundidad de sus palabras y que realmente hubo un cambio radical y profundo, que ella podía ver provocando mi asombro.
Ese pasado era por fin pasado.
Quiero decir, que ya no me atormenta cada rincón de mi vida.
Quiero decir, que los fantasmas han huido, la oscuridad se disolvió, lo que no fue desapareció, y aleluya, por las sombras que ya no trepan a mis recuerdos.
Porque a ese dolor lo pinte, lo escribí, lo dibuje y lo borre para volver a dibujarlo creyéndolo diferente, lo parí, lo mate, lo sepulte en el fondo del mar pero salía a flote una y otra vez como un tormento que no me dejaba en paz, insistiendo con una tenacidad implacable.
A ese dolor lo psicosomatize, lo hice catarsis, lo perdí junto a mis veinte kilos, lo transpire, lo volví taquicardia, pánico, temblor, vomito, adrenalina, miedo indecible; jamás vuelvas.
A ese dolor lo lleve a terapia, a tres terapeutas diferentes, lo traslade a cantidad de médicos aun sabiendo que no sanan el alma, también lo soñé despierta y dormida, lo remolque enterrado en mis huesos, en el vaivén de mis pasos, en el crujir de mis huesos, en la tristeza de mis ojos y hasta en la comisura de mis labios, lo he visto ahí agazapado esperando la oportunidad, todo momento parecía tentador.
A ese dolor lo exorcice, lo remate y hasta intente regalarlo, pero no era justo que nadie lo recibiera. Ese dolor era mío y tenía que ser mío, lo fue hasta las entrañas.
A ese dolor me atravesó de pies a cabeza sin anestesia ni permiso, fue puntada, calambre, me intoxico hasta el aura, me habito la sangre, la piel. Si, lo empuje al vacío, intente ahogarlo, emborracharlo, enterrarlo en el fin del mundo, lo mastique tantas veces hasta desintegrarlo…pero volvía, una y otra vez, como un desterrado que añora su tierra.
A ese dolor lo pasee por cielo y tierra, por el infierno y el paraíso, lo entregue a Dios y al Diablo, lo enterré y desenterré tantas veces como fue necesario. Viaje con el hasta el fondo más profundo de mi oscuridad, de mi ser, de mi karma, lo sacudí y lo maree intentando persuadirlo pero era inútil, no sanaba la herida, seguía brotando como un volcán de karmas. 
Pero por fin, no sé bien como ni cuando, a ese pasado lo transforme, lo transmute, lo reconvertí, lo destruí para siempre. Victoriosa, porque comprendí que la batalla era conmigo misma y quizá por eso deje de luchar con los otros, porque comprendí algo esencial. Y en medio pude perdonar, aceptar, soltar, comprender desde la empatía y la compasión.

Haber logrado todo este proceso que llevo años tiene una magnitud que no puedo poner en palabras, porque no encuentra la indicada. Volver a mi centro y poder observar objetivamente, como desde un plano superior, lo que paso en cada ciclo con distancia y desapego me permite hoy agradecer a cada persona y a mí misma, por haberme entregado al proceso, con mayor o menor resistencia, pero haberlo atravesado por fin con cuerpo y alma.
El resultado es equilibrio, es armonía, es haber perdido el miedo y haberme recuperado a mí misma, haberme convertido en otra mujer, nueva, transformada, madura desde un lugar diferente en el que nunca estuve, es una tierra nueva, fértil, donde puedo sembrar sin el peso del pasado, de lo que no fue, de lo que no hubo. Ya paso, ya no existe, es una ilusión.
El pasado no se puede cambiar, pero se puede transformar mediante la aceptación, el conocimiento profundo de las causas, pudiendo reconocer desde un lugar consiente la responsabilidad que uno tuvo en los actos y consecuencias, es decir: implicarse.
Soltar ese pasado, usarlo como trampolín y no como sofá, aprender del él, capitalizar la experiencia y lo que nos ha venido a revelar y enseñar, usarlo como herramienta para no estancarse en él mediante la queja y el sufrimiento, es indispensable para poder seguir adelante en el camino de la evolución y de la calidad de vida.
Porque la vida fluye y cambia continuamente
y es la única que tenemos.


N.P.S
12-09-2013 

No hay comentarios.: