25 de octubre de 2009

Cuando

Cuando éramos niñoslos viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana no existía.
Mario Benedetti

Cuando tenia ocho años, pensaba que a los veintidós años iba a estar recibida, casada y esperando ya algún hijo. Los viejos tenían como treinta, un charco era imposible de saltar y la muerte solo afectaba a los viejos, aunque se aferraran del pasamano.

Cuando tenia doce años, seguía pensando que a los veintidós iba a tener la vida armada, los viejos tenían como treinta y cinco, un charco era saltable y la muerte algo tan lejano e imposible que ni siquiera ocupaba mis pensamientos.

Cuando tenia dieciséis años, no tenia claro que iba a estudiar así que tampoco sabia cuando me iba a recibir, ya no creía en el matrimonio y si esperaba, tener un nene y una nena. Los viejos tenían como cuarenta y tantos, al charco lo esquivaba y la muerte ya se había cobrado varias vidas de mi entorno.

Cuando tenia veinte años, pensaba que cerca de los veinticinco recién iba a estar recibiéndome, el amor ya me había cacheteado el Alma, un charco era un poco de agua sucia de lluvia y la muerte un tema existencial muy cercano que despertaba mi curiosidad.

Ahora que tengo veinticuatro años, me recibo por fin el año que viene, aun no encuentro mi medio limón y para los hijos, falta bastante. Los viejos tienen noventa y a veces, ni siquiera. Un charco me empapa los pies y la muerte es una punzante realidad que acaricia mi almohada cada noche.

Cuando Mario murió, yo aun no me había recibido, el amor estaba en sus ojos, un charco inundo los míos y la muerte, se lo había llevado.

N.P.S
12/09/09