Catarsis del Alma: El Arte de la palabra: UNO

Necesito contar mis tristezas, mis deseos, las fantasías que alborotan mi cabeza. Necesito vivir lo que escribo, ser autora y dueña del sentido de lo que digo. Ser trascendida por un texto que rechace la sumisión.

Escribir como hablo: involuntaria y sola.

Descubro fórmulas mágicas que me abren compuertas, voces que develan mi inconsciente.

Escribo en celo: mi urgencia creativa se multiplica. Soy un cuerpo de mujer que reflexiona y se abre como una inagotable caja de resonancias.

Me salvo escribiendo.

(Fragmentos de "Las mujeres y la culpa" de Liliana Mizrahi)

Devoción

Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentados a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.-Toma un poco de vino -dijo la muerte.La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.-No veo que haya vino -dijo.-Es que no hay -contestó la muerte.-¿Y por qué me dijo usted que había? -dijo.-Nunca dije que hubiera sino que tomes -dijo la muerte.-Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo -respondió la niña muy enojada.-Soy huérfana. nadie se ocupó de darme una educación esmerada -se disculpó la muerte.La muñeca abrió los ojos.

Alejandra Pizarnik *

Hay que mirar la vida de frente, mirarla siempre de frente.
Y conocerla por lo que es, al final hay que conocerla.
Amarla por lo que es y luego ponerla en su sitio.
Es el derecho de todo ser humano.
Siempre los años entre nosotros.
Siempre los años.
Siempre.
El amor, siempre.
Las horas.

Virginia Woolf *

Indudablemente cada generación se cree destinada a rehacer el mundo pero nuestra tarea es quizás mayor, ya que consiste en impedir que el mundo se deshaga. (Ernesto Sabato)

Una utopía claro, pero sin utopías ningún joven puede vivir en una realidad como la nuestra.

Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que están misteriosamente reservados ¡Cuantas veces en la vida me ha sorprendido como, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organizaron secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordearon los aledaños de nuestro destino.

(Ernesto Sabato, La resistencia)

Catarsis del Alma: El Arte de la palabra

9 de febrero de 2010

UNO

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