29 de abril de 2009

Lo que no es


Hay un antiguo proverbio chino que dice que hay tres cosas que no vuelven más: la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la oportunidad perdida. Este proverbio, resume para mí, un mezcla de sensaciones que han sido protagonistas de mi vida en varios capítulos divergentes.
Siempre me ha perturbado y angustiado profundamente, la idea de las cosas que no son.
Y cuando digo “que no son” en realidad debería decir, que no fueron, porque ya no podrán ser. Y si son, ya no lo son de la misma manera o con la misma frescura que iban a serlo. Por eso el proverbio habla de “oportunidad” porque aunque haya muchas, la primera contiene una espontaneidad y una energía, que no habrá en las próximas.
Desde mi óptica, cuando escribo sobre lo que no es, hablo de un conjunto de representaciones que tienen que ver con muchas cosas diferentes. Puede no ser un amor (que si es platónico suena mejo), una amistad, un proyecto laboral, una separación, un proyecto de vida, algo artístico, una noche romántica, un desayuno, una chispa de entusiasmo apagada, un hijo, un árbol, un ideal, un cuadro y un millón de cosas mas.
Pero el tiempo siempre esta acechando, poniéndonos a prueba y a pesar de eso, muchas veces no entendemos.
Perdemos. Dejamos. Soltamos. Desaprovechamos.
Cuando te decidís a mirar la arena se estanco en el reloj de madera, cuando el agua se te escapa de las manos el vaso se desfondo, cuando perdes la oportunidad porque no la viste, porque no te diste cuenta, porque se te escapo, la perdiste. Y cuando querer correr, la puerta se cerró. Y es una sensación de vacío irreparable que te desfragmenta hasta el cerebro.
Al menos a mi, me desespera lo suficiente porque entiendo que el reloj no tiene marcha atrás y que aunque sepa que el tiempo no existe, hay un correr biológico y emocional que si nos comanda y es allí donde comienzo a pensar en este circulo y me empapo de bronca.
Tantas noches me he preguntado, de que sirve un perdón si la oportunidad se echo a perder. Pienso que no sirve de nada las disculpas si lo que íbamos a hacer juntos, ya no lo podemos hacer. Y si, pueden decirme ustedes, que soy demasiada drástica y que puede hacerse otro día pero…¿Será igual de sincero? ¿Tendrá la misma carga emocional?
Si el tiempo ya paso, si esa tarde no vuelve, ese cumpleaños, ese momento, ese amor o ese odio, no vuelven.
Lo que no es, y pudo haber sido, se me clava como un puñado de espinas en las muñecas. ¿Y ahora que hago? Y generalmente, lo intento igual, para no ahogarme en mi misma, lo intento. Pero la experiencia me ha enseñado que casi nunca es lo mismo. No lo es, lo que no es.
Me genera mucha bronca que los impulsos o acciones incoherentes desencadenen los acontecimientos haciendo que algo, no sea. Más me irrita cuando paso por una situación así, injustamente, quiero decir cuando la responsabilidad es del otro. Y ni hablar, si esto se repite, en un círculo compulsivo que no deja de girar mientras yo arriba de él, intento hacer malabares con mis sensaciones, para mantener la paz interna. Y ojo, vale aclarar, que también soy conciente que muchas veces algunas cosas no son, porque no tienen que ser y después de un tiempo entendemos razones de causa y efecto. O que no son, simplemente para darnos una enseñanza, eso lo tengo claro. Y también me lo ha enseñado la vida misma en este gran tablero en el que todos nos vemos a diario. Pero hablo más allá de estas situaciones que a veces pensamos o sentimos que padecemos injustamente, por errores ajenos o por los propios mismos, que son aun, más insoportables.
E hilado a esto se me ocurre pensar en el famoso dicho de Carpe Diem “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Todo el mundo lo conoce, pero pocos lo practican cotidianamente. Y confieso, porque me hago cargo, de que muchas veces he pateado tareas, he dicho “mañana te llamo, esta semana nos vemos, ya te voy a dar el regalo, etc. Y otras tantas, por responsabilidad propia o ajena, eso se ha muerto en el tiempo, en el aire, en ese cúmulo oxidado adonde todo lo que “no fue” descansa; aunque muchos no lo vean ni lo huelan.
Sin embargo, respecto a la frase que anteriormente enuncie, la vida ha sabido darme un cachetazo. Y no me lo dio en cualquier lugar y en cualquier momento. Me lo dio justo cuando el reloj marcaba algunas debilidades íntimas, justo cuando era necesario porque todo es parte del plan, lo sé. Y cuando alguien se va, y realmente se va para siempre, no de viaje, no de compras, no a pasear, sino que se va para no volver es cuando uno entiende el valor de aprovechar el tiempo, de no dejar ciertas cosas para “mañana”. Porque como era de suponer (si a veces soy demasiado previsible) mañana puede ser tarde, o puede no llegar nunca, aunque uno crea que esas cosas nunca le van a pasar a uno, sino al del banco de al lado. Y pienso que no debe haber sensación más asfixiante que sentir que hay cosas que no se dijeron, que no se compartieron, que no se vivieron, que justamente, no fueron. ¿Porque donde habita entonces todo eso que no fue, cuando tenes la certeza de que realmente nunca va a poder ser? Y yo que creo plenamente en la reencarnación me quejo ¡Pucha no quiero esperar hasta la otra vida! con un tono medio irónico, para entender luego razones mas elevadas sobre el asunto.
Por que todo eso queda ahí, flotando como en una nube imaginaria que con el tiempo de diluye y te pudre por dentro. En este punto agradezco que mis valores, ideales o filosofía de vida, junto a otras cuestiones más innatas, me hayan conducido en este momento a estar tan tranquila. Digo esto, porque cuando ella pasó a otro plano, yo tuve la tranquilidad interna de haberle dicho todo lo que pensaba y sentía, siempre. Claro, que me quedaron miles de planes truncados, proyectos juntas, cosas pequeñas y cosas profundas, porque es lógico y natural que eso pase. Porque nadie sabe el acontecer del tiempo, y si lo sabríamos nada tendría el mismo sentido! A pesar de estos pequeños vacíos que ya nunca serán, una sensación de tranquilidad floreció en mí porque fuimos todo lo que pudimos ser y abarcamos el Universo juntas, todo lo que más pudimos. Exprimimos la mandarina, todo el jugo e incluso también creamos algo con la cáscara.

Y como la vida va rápido siempre, y lo notemos solamente algunos observadores, no en las canas, no en la altura, si en los ojos de los más pequeños, si en la experiencia interna, ahí es donde entendemos con toda certeza que hay que aprovechar cada oportunidad. Yo creo que la vida misma es una gran oportunidad con un abanico de ofertas y colores para ir experimentando. Un gran Universo de matices y seres humanos, un juego imperdible por donde se lo mire. Un desafió lleno de acertijos y obstáculos interminables.
Y soy de las que piensa que es realmente importante aprovechar el instante, no solo porque una vez que se pasa no vuelve y eso es frustrante, sino porque puede que esa persona, ya nunca más vuelva. Lo cual es, más frustrante aun.
No quiero ponerme existencialista o dramática, pero es una temática que hace semanas viene dando vueltas por mi cabeza…decir y hacer, todo lo más posible. No quedar flotando en un espacio que no es allá ni acá, que no es uno ni otros, que no incluye a nadie, y excluye a todos, y a uno mismo. Aprovechar la media hora, el mate, los aprendizajes, aprovechar y saber como hacerlo porque siempre vale la pena y porque la vida nos ha demostrado que en un soplo, podemos deja de existir. Por que somos todo y nada a la vez.

Y porque ella me ha enseñado que “no hay mas que hoy” y pocas veces escuche una verdad tan grande y ensordecedora. Y nunca vivi un ejemplo más doloroso y purificador que su vida, su transcurso y su final mismo.

Lo que queda en intentos
todo a punto de alterarse,
siempre a todo momento.
Catupecumachu *

N.P.S

28/04/09



No hay comentarios.: